viernes, enero 02, 2009

Historias de Promesantes

El diccionario de la Real Academia Española define que la palabra promesante es una expresión típica del noroeste argentino y que describe a “la persona que cumple con un promesa piadosa, generalmente en procesión”.

Sin embargo, estas palabras no logran describir acabadamente el accionar y las sensaciones de un promesante, es decir de una persona que tiene una devoción tan profunda hacia una imagen religiosa que son capaces de realizar cualquier cosa. Los promesantes llevan a cabo acciones que son imposibles de pensar desde lo racional ya que están arraigas en lo emocional, en sus creencias, en sus necesidades, en sus gratitudes.

A través de las historias de vida que narraré a continuación intentaré desentrañar cuáles son los hechos que movilizan a todos los promesantes que llegan cada 24 de Agosto a la localidad de Sacha Pozo, lugar en donde se ubica desde hace 100 años la imagen de Nuestro Señor de San Gil.

A Sacha Pozo, distante a 42 Km. de la ciudad de Santiago del Estero, llegan anualmente devotos de San Gil desde diferentes provincias como Tierra del Fuego, Córdoba, Santa Fé, Tucumán y Gran Buenos Aires, entre otras. Si bien sus procedencias son distintas, todos llegan con la misma misión: pedir o agradecer al “santo milagroso”.

Promesantes: Familia Jimenez – Barrio Avenida – La Banda




Dominga Patrocinia Navarrete (68 años) y Tomás Jiménez (71 años) se conocieron hace más de 40 años y tuvieron 16 hijos, 11 varones y 5 mujeres. Dominga nació en La Banda y Tomás en Santiago del Estero. Además de su enorme y cálida familia, los une la devoción profunda por la imagen de nuestro Señor de San Gil.

Dominga recuerda llegó a San Gil por primera vez porque sus abuelos (Francisca Díaz y Zacarías Gómez) eran fieles seguidores de las festividades. Agrega que “en aquellas épocas, todo era lindo, una alegría porque tenía mucha fé en el santo”. “Antes no había peleas”, continúa, “uno iba y cumplia la promesa y listo. Si bien siempre hubo mucha gente, los peregrinos eran más tranquilos. Llegaban en zorra, en sulky, a caballo y a pie.”
Detalla que el momento que más le gustaba era el de procesión del 1 de Septiembre porque había mucho color, la gente tocaba los bombos, otros iban a caballo.

Dominga hoy está en una silla de ruedas consecuencia de una diabetes progresiva y su esposo Tomás está atento a todas sus necesidades. Cuando llegué a su casa en el Barrio Avenida de La Banda los encontré cocinando unos tradicionales pasteles santiagueños.

Dominga y Tomás sienten que su pasión por San Gil se profundizó cuando nació Neri del Valle. Dicen que “ella nació enfermita, con epilepsia, y los médicos dijeron que no viviría mucho tiempo”. En aquel momento ellos prometieron que la llevarían al santuario mientras ella viviera, y así sucedió hasta los 15 años de Neri. Dominga agrega que luego su propia salud la que lleva a visitar a Nuestro Señor de San Gil cada año.

Ambos transmitieron ese amor y devoción a sus hijos. Además su adoración por el santo es tan significativa que cedieron una parte del terreno de casa para la construcción de un pequeño santuario en honor de San Gil.

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